Invierno.
Esa fría estación que impone su naturaleza de temporada.
Sin protestas, impone sus temperaturas.
Puede ser peligrosa, pero también la necesitamos.
¿Por qué nos resistimos? ¿Por qué no queremos invernar?
Mucho menos queremos que nuestra mente inverne.
Sentimos que podemos perdernos de demasiadas cosas si quedamos inertes ante lo natural.
No escatima la tierra en reclamar y estacionar sus tiempos; sin embargo, nosotros lo resentimos y nos negamos.
Y de repente, queremos hacer del invierno de la vida una temporada tan calurosa como el verano, como si las distintas estaciones del corazón fueran un error del fabricante.
Reír, celebrar, descansar, reflexionar, dolerse, llorar, extraviarse. Aún no podremos escapar de nada de lo humano, aún no.
¿Por qué empeñarme en hacer del invierno que toca un verano? ¿Porque merezco una eterna comodidad? ¿Porque se supone que la vida se ajuste a mí?
Como el oso, tiempo de invernar no nos hará daño e, incluso, hasta necesario puede que sea.
Que real, como si las distintas estaciones del corazón, fueran un error del fabricante... Wow, pienso que nada es en vano aunque queramos evitarlo. Tenemos que ser pulidos y sacar filo en esta vida. Levantarnos. Sin embargo, invernar es también necesario...