Y el año no me acabó, yo acabé con el año.
Un giro de 360, pero que no resultó ser inesperado. Le saqué el jugo a cada uno de los días que trajo el '24. Pude haber hecho más, pero fue justo en este tiempo que me impuse hacer menos.
Una profunda introspección tuvo como resultado intentar calmar mis ansiedades mediante una quietud autoimpuesta.
Decidir someter mi mente y mi ego ha sido un ejercicio psíquico, esotérico y telúrico. Remover los escombros emocionales no es nada fácil, y a veces te das cuenta de que el escombro más grande puedo ser yo mismo.
De 360 el giro en 365 días.
Un saldo épico y, por demás, productivo.
No me podía permitir llegar al 25/50 incumpliendo con la trascendencia numerológica de tales cifras.
El 2025 merece un tipo listo para las aventuras dignas de este primer cuarto de siglo, y los 50 que me persiguen no merecían menos que un muchacho sin miedo.
Hemos dado muchos giros, pero yo siento una voz que me dice: “¡Agúzate, que te están cambiando!” …
El 2025 se lo entrego a Dios y me develaré a mí mismo.
¿Habrá algo de mí que aún no conozca?
Pido al Señor que, en su misericordia, me permita verme más de cerca, porque a veces estamos muy lejos de nosotros mismos.
Examíname… Salmos 139:23.
Pido a Dios que no me llene de lo que quiero, que me llene de lo que necesito.
Feliz 2025.
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